Los
grandiosos templos de Abu Simbel, muestra del poderío faraónico, suponen
asimismo una obra realizada bajo el mandato de Ramsés II, que gobernó durante
el siglo XVI a.e. La conservación de estos monumentos, en el siglo XX, implicó su
trasvase a un nuevo enclave en el momento de la edificación de la presa de
Asuán.
Ramsés
II destacó en sus misiones militares y ratificó
el papel providencial del faraón. Especialmente relevante fue su implicación en
la batalla de Qades, mediante la que se pactó la paz con los hititas, fundando
así una época esplendorosa para Egipto. El templo funerario de Ramsés II es
conocido como Ramesseum, localizado en
Tebas, en la orilla occidental del río Nilo, recoge entre sus restos una recreación de la
derrota sobre los hititas.
El
cese de conflictos posibilitó a Ramsés II el embellecimiento de Tebas y de los
templos de Amón en Karnak y Luxor específicamente. A la vez fueron levantados
numerosos templos, entre ellos los santuarios de Abu Simbel y Hator, situados
aproximadamente a unos 40 kilómetros en la zona norte de la segunda catarata,
sobre las colinas de arenisca roja.
El
templo de mayor dimensión está consagrado a los dioses Ptah, Amón-Ra, Re
Horajti y a Ramsés II sacralizado, cuyas cuatro enormes estatuas de 20 metros
de largo dominan la fachada de 33 metros de altura. Penetrada la puerta, una
angosta galería lleva a un gran patio interior mantenido por ocho pilares osiríacos,
como se conocen aquellos que en una de sus caras tienen un relieve que representa
al soberano con los atributos del dios de los muertos, Osiris. Este patio está
conectado a su ve con ocho capillas anejas, alargadas y angostas, y la sala
hipóstila levantada por cuatro columnas osiríacas donde la decoración recrea
numerosas escenas, como la batalla de Qades. Traspasando esta sala, una pronaos
precede al santuario propiamente dicho, conformado por tres capillas. En la
capilla principal están las magnificadas estatuas de Ptah –dios de las artes-,
Amón-Ra –dios del sol-, Re-Horajti y Ramsés II.
El
templo dedicado a Hator, la vaca, diosa de la felicidad y del amor, y cripta de
Nefertari, cónyuge de Ramsés II, es quizás el templo funerario más hermoso dedicado
a una soberana egipcia.
La edificación de la presa de Asuán en el lago
Nasser conllevó la inundación de todo el territorio, lo que supuso que la
UNESCO dirigiera, en 1960, un movimiento internacional con el objetivo de
proteger de las aguas las obras egipcias. Personal especializado en
arqueología, sumando ingenieros y
técnicos, concentraron sus esfuerzos en traspasar los monumentos a un enclave
seguro y protegido de las aguas.
El
traslado implicó también los templos nubios de Amada y de Derr, Ouadi es
Sebouah , Dakka, Maharraqah, Kalabcheh
(levantado por el emperador Augusto) y Beit el- Ouali, y los grecorromanos de
File, el quiosco de Kartassi y el sepulcro de Pennout.
La
isla de File está ubicada por encima de la primer catarata y en ella se edificaron los templos consagrados
a Isis. Los santuarios de la zona levantados durante la época tolemaica, suponen un resurgimiento de la arquitectura
monumental egipcia. Manteniendo formas tradicionales en los elementos
constructivos, las obras de File constan de un aire más fresco e innovador, que
se refleja en la estilización de sus proporciones y la mayor iluminación de sus
espacios.
En
1902 con la edificación de la primera pesa de Asuán la isla fue sentenciada a
estar hundida entre las aguas durante ocho meses anualmente. Pasados sesenta
años con el proyecto de una nueva presa en Sa’ad al-Ali, el sumergimiento de
los monumentos de File aparentaba ser inminente. No obstante, los templos fueron
rescatados a través del apoyo de la UNESCO. Esta tarea conllevó rodear la isla
con un dique y trasportar los monumentos a la isla de Agilkia, donde podemos ir
actualmente a disfrutar de su belleza.
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